La rebeldía del adolescente con diabetes

Los adolescentes suelen suponer que los cuidados que la diabetes impone armoniza mejor con la vida sedentaria de las personas entradas en años, para quienes, por tanto, el tratamiento no ha de implicar tantos esfuerzos.

A menudo la gente joven es valiente y suele enfrentar la adversidad con ánimo sereno, especialmente cuando ésta se abate de improviso, pero no está preparada para soportar algo “para siempre”.

Para esto conviene entender las diferentes concepciones que poseen los chicos y los adultos acerca del tiempo y tratar de ubicarnos en la perspectiva que los adolescentes puedan tener.

Actitud de los padres

En el tema que nos ocupa tiene una capital importancia la ac­titud de los padres del chico con diabetes y esta actitud está profundamente influida por la menor o mayor aceptación que hayan hecho de la enfermedad de su hijo.

A ellos también suele resultarles más fácil enfrentarse al reto de una enfermedad aguda, o aún de un accidente que superar la intrusión de una enfermedad hereditaria para la cual no hay todavía cura.

Cuanto menos elaborada se encuentre esta situación, de menos tolerancia podrán disponer los padres frente a su hijo y menos comprenderán a aquél a quien le pasa exactamente lo mismo que a ellos.

Y si las complejidades de la dieta que imaginan muy dificultosa, los aplastan y les asustan las reacciones de insulina, es muy raro que puedan actuar con calma y serenidad en esta cuestión y que los chicos no perciban la angustia paterna.

Es bueno aclarar que la ansiedad no sólo la transmiten las palabras (porque a veces los padres callan) sino y especialmente otros mecanismos más sutiles -gestos o actitudes reveladoras- que son fácilmente decodificadas y percibidas por los hijos. Esto último no debe acentuar la habitual autoexigencia paterna.

Bueno es recordarlo: ningún padre o madre se siente Superman o la Mujer Maravilla. Son personas a veces tironeadas por las demandas de la adultez y trabajar sobre el tema les permitirá estar mejor, y estar mejor significará entender y tolerar reacciones de sus hijos.

Los jóvenes

Veamos, sumariamente, que les pasa a los jóvenes. Como a todas las personas de su edad se sienten golpeados por los cambios que se presentan desde la pubertad en adelante y por la desubicación que se expresa en el área corporal, afectiva y social, característica de este periodo.

Antes que diabéticos, estos chicos son adolescentes, vale decir, seres cambiantes, cuyo mundo repentinamente complejizado los desorienta y ante el cual reaccionan, paradójicamente, con una falsa seguridad despectiva o mordaz, en ocasiones que no hace más que ocultar profundo miedo e inseguridad.

Dado que el mundo de los adolescente se tambalea permanentemente sus actitudes son el reflejo de ese constante vaivén: hoy es sociable y no se queda un segundo en casa, mañana no sale de su cuarto ni atiende el teléfono, a períodos de dieta rigurosa siguen momentos en que se lo comen todo, de repente la amiga del alma se vuelve detestable… y podríamos seguir acumulando ejemplos.

Ahora bien, ¿Cómo armonizar con esta inestabilidad los cuidados esmerados y continuos que un enfermo de diabetes debe cumplir?, y ¿cómo no afligirse o preocuparse si los chicos transgreden?

De lo que veíamos del mundo adolescente resulta casi obvio pensar que transgresiones ha de haber y que de la conducta de los padres ante ellas dependerá que ellas se conviertan en la expresión de la rebeldía ante la autoridad paterna.

La situación se acentúa cuando los padres suponen que esto es algo que los chicos les hacen a ellos (algo así como el “nene no me come” o “no me estudia”)

En realidad el joven con diabetes debe aprender desde muy temprano, a cuidarse no para agradar a nadie, sus padres o su médico, por ejemplo sino para él, para cuidar por sí mismo de su propia salud.

Si las cosas no se encaran bien dentro de la familia, la diabetes puede convertirse en un gran resonador de la adolescencia y en la excusa adecuada para sintetizar dificultades que no tienen que ver con ella.

Importancia del grupo

Otro fenómeno característico de este período evolutivo es la importancia que adquieren otras personas y grupos -fuera de los familiares- para el adolescente.

El lugar privilegiado que antes tuvieron los padres en el espíritu del chico, ahora es ocupado por los amigos a quienes hay que parecerse lo más posible.

Para ser estimado y valorado es preciso ser y hacer lo que el grupo es y hace, esto explica la búsqueda de la aprobación del grupo y la huida del individualismo.

Cualquier elemento extraño al estilo de vida usual (la dieta o las pruebas de sangre, por ejemplo) pueden ser muy odiosas y exponer a los jóvenes al sentimiento de estar “fuera de onda”. Por ello suelen aparecer o intensificarse depresiones más o menos intensas bajo las cuales anidan sentimientos de invalidez o de auto agresión.

Es muy común así que algunos adolescentes se cuiden a los doce, trece, o catorce años y a los quince, repentinamente, tiren la toalla y esperen que otro la recoja.

Los padres suelen tomar las cosas como definitivas (si no se cuida hoy no lo hará ya nunca más) y “se enganchan” en peleas -ignorando que los hijos tienen más interés en el propio cuidado que el que dejan traslucir- que llevan a fijar la situación convirtiendo a la diabetes en el campo de batalla de otra cuestión: los intentos crecientes, dificultosos y a menudo equivocados de los adolescentes por adquirir independencia y desprenderse de la tutela paterna.

No olvidemos que a todos los padres les asusta “soltar” a sus hijos y que la enfermedad pueda constituir también una excusa para ellos.

No se pueden dar reglas generales ni sugerir conductas apropiadas: cada ser humano es único e irrepetible, cada familia tiene características que le son exclusivas: pero sí debemos decir que la diabetes es una contingencia más en la vida de un individuo, no la causa que lo explica todo.

Suponer esto último entraña el riesgo de llegar a la paradoja de que la enfermedad se vuelva indispensable a nivel psicológico.

A todo padre le cuesta ver crecer a sus hijos y aceptar que éstos aprendan a cuidarse por sí mismos; el peligro aquí es muy grande, bajo el pretexto del cuidado anidan la dependencia.

La tendencia creciente de los médicos a que los niños -desde muy pequeños-, se cuiden es una sabia medida de futuro valor preventivo. Confiemos más en los jóvenes y en la fuerza innegable de la vida.

(con información de www.enplenitud.com)

Fuente: PrensaLibre

Deja un comentario